sábado, 27 de agosto de 2016

Trabajos domésticos, humildes y discretos

Como tarea principal tenía los trabajos domésticos, humildes y discretos. Más de una vez ponía a prueba su paciencia aquel tropel de niñas de la gran casa. Generalmente se mantenía serena y alegre, y aunque a veces les aplicaba el mango de la escoba, no se lo tomaban a mal porque conocían, su inagotable paciencia en ordenarles armarios y cajones.
Además ella sabía librarlas de regañinas y castigos de las profesoras, y las niñas se lo agradecían.

Pues bien, un día lluvioso volvieron de paseo las pequeñas. Traían el calzado embarrado, y la buena hermana acudió en seguida para hacer con ellas el oficio de limpiabotas. Llegó imprevisiblemente el Sr. Cardenal. Ella quiso esquivarse y retraerse, pero el Cardenal, más avispado que ella, le toma la mano con el trapo sucio de betún y le dice: “Hermana, a Aquel a quien usted sirve no se le escapa nada, y un día verá en la eternidad que ante Dios cuentan a caso más las labores modestas que las relumbrantes”.  “Pero, Eminencia –responde la hermana- , se ha manchado las manos de betún”. “Poco importa eso; las manos se lavan con facilidad”. Y diciendo esto, se marchó.  

AL SERVICIO DE PIO XII – Cuarenta años de recuerdos – Sor M. Pascalina Lehnert

La fortaleza en el padecer

Pero ¿de dónde viene principalmente a los mártires su fortaleza, en el padecer? Pues les nace de que sus almas están henchidas de luz y de esplendor; les nace de que sienten en su interior la presencia de Jesús, cuya hermosura y gloria los alientan al martirio. Esta es la virtud que apaga las hogueras de su tormento, que torna sus llamas tan suaves como brisa de primavera; por eso las varas con que los azotan les parecen tan blandas, y sus más duros golpes los regocijan cual si fuesen caricias regaladas; por eso el acero se embota en sus carnes dilaceradas, y en sus miembros ensangrentados. Llevan los mártires dentro de sí una fuerza muy superior a la de sus verdugos. Y no es que sus dolores y angustias dejen de ser reales, sino que están modificados, contrastados, casi transformados por la virtud que sacan de sus propias almas, mediante la gracia y el amor en ellas infundidas pródigamente a la hora de padecer por su liberal divino Maestro. 

AL PIE DE LA CRUZ O LOS DOLORES DE MARÍA
Rdo. P. Federico G. Faber

domingo, 7 de agosto de 2016

La tendencia de la prosperidad


En ninguna parte vemos mejor la oposición del mundo con el espíritu del Evangelio que en la manera con que uno y otro miran la prosperidad. Todos los misteriosos anatemas que Nuestro Señor ha lanzado contra las riquezas encuentran su explicación en los peligros del espíritu del mundo.
La prosperidad puede ser una bendición de Dios, pero puede también fácilmente llegar a ser el triunfo del mundo, y casi siempre la falta de castigo no es una prueba del Amor de Dios.
La tendencia propia de la prosperidad es desasir nuestro corazón de Dios y fijarle en las criaturas. Nos da la costumbre de estimar a los demás en proporción a sus resultados ventajosos, lo cual es formalmente contrario a las vías sobrenaturales. 
R. P. Faber. Revista Verbo - abril 1983