miércoles, 20 de julio de 2016

No se oponen misericordia y justicia divinas

fuente: panoramacatolico.info

La liberación del hombre por la pasión de Cristo convino tanto a la misericordia como a la justicia divinas. A la justicia, porque mediante su pasión Cristo satisfizo por los pecados del género humano, y así fue liberado el hombre por la justicia de Cristo. A la misericordia, porque, no pudiendo el hombre satisfacer, de suyo, por el pecado de toda la raza humana, como antes queda probado q.1 a.2 ad 2, Dios le dio a su Hijo como satisfactor, conforme al pasaje de Rom 3,24-25: Todos han sido justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto como instrumento de propiciación por la fe en él. Y esto fue una obra de misericordia mayor que si hubiese perdonado los pecados sin satisfacción. De donde en Ef 2,4-5 se dice: Dios, que es rico en misericordia, por el excesivo amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos vivificó con Cristo.

Santo Tomás de Aquino

Summa, III, q. 46. 3

sábado, 16 de julio de 2016

El mediocre

Un signo que proclama la paz sin Cristo, por lo tanto es la paz del mundo, del espíritu del mundo y de la carne y por ello del demonio.
 El mediocre dice que hay algo de bueno y de malo en todas las cosas, que es preciso no ser absoluto en los juicios. Si alguien afirma con fuerza la ver­dad, el mediocre lo acusará de exceso de confianza en sí mismo. El, que tiene tanto orgullo, no sabe lo que es el orgullo. El es modesto y orgulloso, dócil frente a los revolucionarios (1), y rebelde contra la Iglesia Católica. Su lema es el grito de Joab: 'Soy audaz sólo contra Dios’ ."Si el hombre naturalmente mediocre se hace seriamente cristiano, cesa absolutamente de ser mediocre. El hombre que ama (el absoluto) no puede ser mediocre.
Ernest Hello (1828-1885) 
es una de las mayores luces de las letras francesas.

(1) En el original dice "Voltaire"

Fuente reaccioncatolica

viernes, 8 de julio de 2016

Si tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu...


   
Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: invoca a María!.  
    Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estella, invoca a María!
    Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: invoca a María!

    Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.


     En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, invoca a María!

     El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. Siguiéndola no te pierdes en el camino!

¡Implorándola no te desesperarás!  ¡Pensando en Ella no te descarriarás!


    Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir.  Bajo su manto nada hay que temer.

    ¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial!

Amén.

Oración de San Bernardo.