A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS PRIMADOS, ARZOBISPOS. OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS LOCALES, A LOS SEGLARES TODOS EN PAZ Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA PIO PP. XIlI VENERABLES HERMANOS : SALUD Y- BENDICION APOSTOLICA
En éstos días aciagos en donde una extraña peste se desparrama sin piedad sobre muchos pueblos y ciudades del orbe cristiano y muchas almas se ven presas del miedo y de la desolación, quiero como Pastor Supremo de la Iglesia que me ha sido confiada, llevar a todos los rincones de la tierra mi consuelo, compañía y oración.
Sabiendo de la angustia que muchos de vosotros experimentáis al sentiros confinados a las paredes de vuestras casas, que los estados obedeciendo a un misterioso poder internacional ha decretado con despótica impiedad, emulando las dictaduras más severas, que ellos mismos han detestado en sus democracias adorada como el dios moderno que aglutina todos los bienes, y sospechando el dolor por el que pasáis no pudiendo recibir al Autor de la vida, pues así se hace llamar nuestro amado Redentor, “Pan de Vida” y “Vida del mundo”, y estando privados de ir a vuestros templos sagrados y recibir de vuestros sacerdotes la absolución de los pecados y los últimos sacramentos y consuelos de la Iglesia en vuestros últimos momentos aquí en la tierra, decreto y mando con el poder de las llaves que ostento indignamente en mis manos, las siguientes normas:
A mis amados sacerdotes.
No tengáis miedo, ni a los contagios, ni a las represiones o castigos de los poderes civiles, desobedeced sin escrúpulos cualquier norma que vaya contra nuestra máxima apostólica “salus animarum suprema lex”. Imitad a los santos que asolando las pestes en distintos momentos históricos, se pasearon por en medio de los venenos e infecciones protegidos y llevados por la Gracia del sacerdocio, la asistencia absoluta de la Madre de Dios, los ángeles y poderes del Cielo.
Multiplicad las Misas, especialmente la votiva “Pro vitanda mortalitate” y las rogativas. Doy permiso extraordinario en donde haya un solo sacerdote para que pueda decir hasta tres Misas, si pudiera.
Que los templos estén siempre abiertos y durante el Sacrificio de la Misa, que haya la prudencial distancia entre uno y otro.
Que siempre se comulgue de rodillas y en la boca, que nadie se atreva a volver a aquella práctica reprobada por la Iglesia, a causa de los peligros de sacrilegio e irreverencia, de dar la comunión en la mano, no imitéis en nada a Judas que “lo entregó” para que hicieran con El lo que quisieran. Jesucristo el Señor es el que da la salud no el que transmite enfermedades.
Haced que los fieles hagan penitencia en la medida de sus posibilidades y edades, recordándoles siempre que las dolencias y enfermedades físicas son consecuencia directa del pecado y que muchas pestes o desgracias de orden natural, Nuestro Señor las ha permitido como castigo o corrección por las terribles ofensas que se le hacen de modo continuo, social o individualmente.
Buscad lugares descampados y con confesonarios improvisados, con reclinatorios y rejillas, esperad revestidos de sobrepelliz y estola morada a los penitentes. Que todos sepan dónde encontrarlos para la recepción de los sacramentos.
Organizad procesiones con rogativas, sacad las imagines de las devociones de vuestros pueblos, incluso las históricas y las conocidas por sus milagros, por las calles, que sólo vayan quienes carguen con ellas y los fieles desde sus ventanas, casas, puertas y balcones saluden, con cantos, vítores, pétalos de flores, pañuelos agitados y aplausos a las Sagradas Imágenes que se detendrán a cada paso.
Clamad a la Virgen, Salud de los enfermos, que se digne hacer los milagros aquellos que llenan las páginas de nuestra historia bimilenaria entre nosotros, gritadle, protestadle, llenadla de flores, cantadle aquellos cánticos con que la Iglesia siempre la ha honrado y a Ella ¡tanto le gusta! , pero sobretodo, desgranad las cuentas del rosario una y otra vez, organizaos para que no haya un minuto en el mundo que no se esté recitando un Avemaria. Hacedlo, os lo suplico y veréis Quién es esta Gran Señora.
Desparramad medallas bendecidas y agua bendita, exorcizada la sal y el agua primero, que nadie se quite el escapulario del Carmen y quien no lo tiene pida que se lo impongan.
Invocad al menos, tres veces al día, luego del Angelus, la oración de todos conocida a San Miguel Arcángel que mi venerable predecesor el Papa Leon Xlll, nos legara por inspiración divina.
A mi amado rebaño.
Esperad en Dios, hijos muy queridos, y veréis que Nuestro Señor no os abandona en ningún momento y si dispusiera en su infinita Sabiduría y Providencia que debéis abandonar este mundo pecador, no dejará que os falte toda la compañía de dulzuras y consolaciones espirituales en tan gran momento.
Rezad incesantemente por las almas que mueren sin los sacramentos, por los que no tienen a nadie quién los acompañe y los encomiende en el trance de la muerte.
Rezad también por mí para que sea fiel hasta el final en la fe de los Apóstoles y no me doblegue ante las presiones de este “nuevo orden mundial” que quiere reemplazar el Decálogo por sus dictámenes diabólicos y el Evangelio por sus máximas oscuras.
Estemos firmes en la fe de siempre, levantemos la mirada para recordar a cada instante que nuestro destino es la eternidad y la vida terrena un rato de incomodidad y expatriación.
Si Dios Nuestro Señor, quisiera pronto librarnos de estos males que nos rodean, acudamos todos juntos a nuestros templos a entonar un solemne Te Deum en acción de gracias y organizad una extraordinaria procesión para honrar y agradecer a la Madre Inmaculada de Nuestro amadísimo Rey.
Nos, confiados en esta sobrenatural esperanza, como auspicio de celestiales gracias y testimonio de Nuestra especial benevolencia, a cada uno de Vosotros, Venerables Hermanos, y a la grey que está a cada uno confiada, damos de todo corazón la Bendición Apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 29 de Marzo, Domingo quinto de Pasión del año 2020, primero de Nuestro Pontificado.
PIO PP . XIIl